En una República funcional (como el sistema de gobierno mexicano) tenemos tres poderes diseñados para funcionar como árbitros neutrales: el poder legislativo, ejecutivo y judicial.
Luego, existe una serie de instituciones o poderes ciudadanos como la Iglesia, el sector empresarial organizado, la sociedad civil, la academia, los sindicatos, los medios, por mencionar algunos que intentan mantener ese check and balance
¿Qué hacen los autócratas con las instituciones o poderes ciudadanos?
Las destruyen…
Son la última línea de defensa y los populistas necesitan eliminarlas o deformarlas. Eliminar los mecanismos de control y equilibrios les permitirá acumular todo el poder y en consecuencia realizar todos sus disparates.
El poder judicial se convierte en una eficaz arma política, instrumentalizan los tribunales, politizan la justicia. Por otro lado, el poder legislativo es utilizado agresivamente contra lo que ellos llaman enemigos políticos.
Al ejército lo mandan a la calle y ponen a generales en puestos civiles para tratar de desdibujar su misión, en consecuencia, buscan destruir la institución.
Las instituciones que no resulten fáciles de purgar pueden secuestrarse de manera sutil por otros medios. Los autócratas modernos no borran todo rastro de disidencia, la intención aquí es parecer demócratas.
Han escuchado la famosa frase de “Hemos ganado por x cantidad de elecciones”.
Borrar la institucionalidad tiene un objetivo, quedarse sin contrapesos, y es aquí donde tienen la libertad para hacer lo que les dé la gana. Por eso no podemos darles un cheque en blanco para que gobiernen sin contrapesos.
En este punto los autócratas se retratan. Tienen el mismo poder que tenían emperadores, dictadores, reyes, faraones, es decir en nada se diferencian.
Para concluir, podemos decir que las instituciones por sí solas no bastan para ponerle freno. Para los autócratas con tendencia a la demagogia, la política les resulta frustrante. Los mecanismos de control y equilibrio son una camisa de fuerza.
La paradoja del autócrata es que utilizan las propias instituciones de manera gradual, sutil e incluso legal para liquidar la democracia que algún día juraron defender.
Andrés Elías
