La manifestación del 16 de agosto en la ciudad de México fue el reflejo de la impotencia que durante años hemos sentido cientos de miles de mujeres en el país. Nos da impotencia saber que no estamos seguras al salir a la calle, al tomar el transporte público o un servicio de transporte privado; nos da impotencia saber que la policía, el ejército y la marina cometen abuso sexual el 33% de las ocasiones que detienen a una mujer, nos llena de miedo, rabia e impotencia saber que las autoridades que deberían protegernos nos están violando, torturando y matando.
En este punto, el país ya debería saber que el caso de los 4 policías involucrados en la violación de una menor en Azcapotzalco es uno de cientos de casos más que suceden en México cada año.
El trasfondo es que las violaciones, las desapariciones y las muertes perpetuadas a mujeres, se cometen todos los días en este país y la ola de violencia continúa en aumento, mientras las autoridades siguen sin dar respuestas y sin dar sentencias en la gran mayoría de los casos.
El nivel de impunidad y la opacidad en los procesos de investigación de violaciones, desapariciones y feminicidios tienen a cientos de familias en la incertidumbre total, con hambre y sed de justicia y sin poder hacer absolutamente nada.
No hay que perder la atención de lo importante: esta es una guerra por la vida. En los primeros 6 meses del 2019, el total de feminicidios fue de 470 (3 por día) y un promedio de 51 mujeres agredidas sexualmente por día, de acuerdo al Sistema Nacional de Seguridad Pública (cifras oficiales).
Y no perdamos de vista a las mujeres y niñas desaparecidas, a las víctimas de violencia intrafamiliar, a las víctimas de violencia psicológica o patrimonial, entre otras violencias, que existen en el país y que no se contabilizan en las cifras oficiales de asesinatos y agresiones.
Se tiene que ser muy ruin e inescrupuloso para abordar el tema de una forma simplista y frívola. Juzgar o criticar el reclamo legítimo de las mujeres por la defensa de la vida y la integridad es simplemente bajo. Es no conocer el trasfondo de lo que padecen a diario miles de mujeres en México y hablar con la boca llena de ignorancia.
Ni el gobierno a través de filtraciones de investigaciones, ni otras u otros ciudadanos tienen el derecho de criminalizar una exigencia social tan relevante. Y se criminaliza porque se filtra esa información y se instaura una narrativa en los medios de comunicación con dolo, y luego se comparte esta información con la intención de poner en tela de juicio el reclamo de las mujeres, con la intención de hacernos ver destructivas y demeritar al movimiento.
Salir a la calle a pedir a gritos justicia por las que hoy ya no tienen voz no es provocación, pintar bardas y romper vidrios no es provocación, es un grito desesperado de justicia, es hacernos ver y hacernos tomar en serio ante la inacción sistemática que durante años ha tenido el gobierno en esta materia.
Un cartel en la manifestación decía: “Las feministas que ahora no te representan, serán las mismas personas que buscarán justicia por ti si desapareces”. Estas mismas mujeres a las que hoy muchos juzgan, hostigan y criminalizan, en efecto son las que saldrán a la calle a seguir alzando la voz y a seguir exigiendo al estado justicia. Justicia por ti, por tus hijas, por tus hermanas, por tus amigas, por tu mamá, por tus primas, por quien lo necesite en medio de un país donde absolutamente nadie está exento de que le arrebaten la vida.
Gladys Pérez Martínez, politóloga
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